Bienvenido a la mar
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Bienvenido a la mar
Personajes
Darren Sullivan
William Carter
~. _____
Los pasos de un joven capitán habían despertado a todo el barco. El pirata, se mostraba nervioso ante las adversidades que el mar le mostraba y el nerviosismo se pasaba a los miembros de su tripulación. La madera de aquel viejo navío – heredado de su padre – crujía bajo sus pies mientras él recorría su mente una y otra vez intentando encontrar una solución a todo lo que le estaba pasando. Darren, Darren Sullivan siempre había sido un hueso duro de roer y no decaería aunque la guardia real inglesa se hubiera empeñado en pararle los pies.
La piratería había reinado su vida desde su propio nacimiento. Su padre, un viejo y alocado pirata se había convertido en el terror de los mares, y después de su muerte, Darren había pasado a ser el capitán Sullivan, temido por muchos, aclamado por muchos más.
La cubierta ya se había llenado de tripulantes cuando Darren paró de caminar y se fijó en el horizonte, tan perfecto como siempre y tan imperfecto en aquel instante ¿Por qué? Se preguntaba él. Unos pasos tras él acabaron llamándole la atención. Un joven, rubio y apuesto, más o menos de la misma edad que Darren se acercó a él para comprobar que este se encontraba bien. El segundo de a bordo, William Carter, fiel amigo y compañero de Sullivan, inseparables. Luchador y emprendedor, igual que su capitán.
-Capitán ¿Ocurre algo? – le preguntó con cierta preocupación al pirata.
Este asintió con la cabeza y señaló la mar, estaba claro que algo en aquel lugar era capaz de perturbar a Sullivan, y eso eso era así, no debía ser nada bueno. Su compañero fijó la mirada en el mar, y algo extraño se pudo divisar en él. Al parecer, una forma extrañamente alargada, o eso parecía. Una sombra un tanto rara. Darren, sabía perfectamente lo que se encontraba en las profundidades de aquellas aguas.
William, acabó asomando la cabeza por encima de la baranda del barco y comprobando lo que su capitán admiraba y temía con tanto asombro y paciencia. Un precioso y aterrador, calamar gigante.
El pánico dominó en el barco y los tripulantes corrieron casi con desesperación. “¡Los coñones!” Escuchaba el capitán de fondo mientras él se pedía en caminar con lentitud por el barco.
La bestia les azotaba, les azotaba de tal manera que hacía temblar el barco, pero él, Darren, seguía sin inmutarse ni un instante, sabía que pronto caería y que sería presa fácil, comida para meses, comida para años.
Una pata del monstruo se coló en cubierta y un tripulante valeroso la atravesó con su espada, el barco se había convertido en un completo caos pero al capitán parecía no importarle.
Al fin, la bestia, acabó por caer. El ruido ensordecedor del cañón aprecio atravesarle con facilidad, con inmensa y clara facilidad, ahora si, consiguiendo que el impasible pirata sonriera como nunca.
-¡Subidlo al barco! – gritó el capitán, pero aquel grito despertó la conmoción de todos porque, el calamar se desprendía sobre las aguas desapareciendo entre una espesa niebla que parecía separar dos claros sectores del mar.
La tripulación miraba con asombro la línea que parecía separar el bien del mal y, rápidamente, William pudo leer la mente de su capitán y corrió hacia él para advertirle, y más bien suplicarle, que no saliera en busca de la bestia, no hacia aquella parte del mar.
-Capitán no…- no pudo terminar la frase, su capitán se había subido en un bote y se alejaba en la inmensidad del mar, consciente de los peligros que allí se hallaban y de las leyendas de sirenas, leyendas para él siempre vanas y sin fundamento, porque si algo le gustaba a nuestro capitán, era la ciencia.
No tardó en cruzar la línea, no tardó en cambiar de lugar, la espesa niebla le envolvía y los ruidos extraños hacían de aquel lugar lo más horrible y tenebroso que había visto en su vida, y mira que, él había visto mucho mundo. Se centró en encontrar el calamar, perdiéndose en el ancho mar sin ser consciente de los peligros que allí le aguardaban. Unas suaves risas cantarinas resonaban en sus oídos tintineando de manera un tanto penetrante.
Su débil bote se balanceaba y podía jurar que bajo el agua se veían sombras, y que no eran humanas. Cerró los ojos con fuerza intentando ser impasible, como siempre y no dejarse llevar por el miedo, imposible.
Brillantes, brillantes como la imponente luz de la luna, brillantes como el sol de plena mañana, incluso se atrevía a decir que eran ardientes, unos ojos, que podía iluminar el mar. Darren, cuando abrió los suyos acabó perdiéndose con los del mar, inundado de belleza y prendado de ellos. Con la mano, acarició la superficie del agua intentando alcanzarlos, pero eso había, solo agua.
Y fue entonces, cuando los sonidos de aquel tenebroso mar se posaron en sus oídos, cuando un bello canto se enfundó en harmonía y le atacó por completo, eran los ojos, ojos verdes como la esmeralda, que cantaba, le cantaban a él.
El hombre, ya no pirata, si no hombre, ensimismado con aquel bonito canto y aquellos preciosos ojos se dejó llevar, acariciando de nuevo la superficie del mar, cayendo del bote, y encontrándose, con su preciado calamar.
Y es que, las leyendas de sirenas, nunca dijeron que ellas, fuesen buenas.
La piratería había reinado su vida desde su propio nacimiento. Su padre, un viejo y alocado pirata se había convertido en el terror de los mares, y después de su muerte, Darren había pasado a ser el capitán Sullivan, temido por muchos, aclamado por muchos más.
La cubierta ya se había llenado de tripulantes cuando Darren paró de caminar y se fijó en el horizonte, tan perfecto como siempre y tan imperfecto en aquel instante ¿Por qué? Se preguntaba él. Unos pasos tras él acabaron llamándole la atención. Un joven, rubio y apuesto, más o menos de la misma edad que Darren se acercó a él para comprobar que este se encontraba bien. El segundo de a bordo, William Carter, fiel amigo y compañero de Sullivan, inseparables. Luchador y emprendedor, igual que su capitán.
-Capitán ¿Ocurre algo? – le preguntó con cierta preocupación al pirata.
Este asintió con la cabeza y señaló la mar, estaba claro que algo en aquel lugar era capaz de perturbar a Sullivan, y eso eso era así, no debía ser nada bueno. Su compañero fijó la mirada en el mar, y algo extraño se pudo divisar en él. Al parecer, una forma extrañamente alargada, o eso parecía. Una sombra un tanto rara. Darren, sabía perfectamente lo que se encontraba en las profundidades de aquellas aguas.
William, acabó asomando la cabeza por encima de la baranda del barco y comprobando lo que su capitán admiraba y temía con tanto asombro y paciencia. Un precioso y aterrador, calamar gigante.
El pánico dominó en el barco y los tripulantes corrieron casi con desesperación. “¡Los coñones!” Escuchaba el capitán de fondo mientras él se pedía en caminar con lentitud por el barco.
La bestia les azotaba, les azotaba de tal manera que hacía temblar el barco, pero él, Darren, seguía sin inmutarse ni un instante, sabía que pronto caería y que sería presa fácil, comida para meses, comida para años.
Una pata del monstruo se coló en cubierta y un tripulante valeroso la atravesó con su espada, el barco se había convertido en un completo caos pero al capitán parecía no importarle.
Al fin, la bestia, acabó por caer. El ruido ensordecedor del cañón aprecio atravesarle con facilidad, con inmensa y clara facilidad, ahora si, consiguiendo que el impasible pirata sonriera como nunca.
-¡Subidlo al barco! – gritó el capitán, pero aquel grito despertó la conmoción de todos porque, el calamar se desprendía sobre las aguas desapareciendo entre una espesa niebla que parecía separar dos claros sectores del mar.
La tripulación miraba con asombro la línea que parecía separar el bien del mal y, rápidamente, William pudo leer la mente de su capitán y corrió hacia él para advertirle, y más bien suplicarle, que no saliera en busca de la bestia, no hacia aquella parte del mar.
-Capitán no…- no pudo terminar la frase, su capitán se había subido en un bote y se alejaba en la inmensidad del mar, consciente de los peligros que allí se hallaban y de las leyendas de sirenas, leyendas para él siempre vanas y sin fundamento, porque si algo le gustaba a nuestro capitán, era la ciencia.
No tardó en cruzar la línea, no tardó en cambiar de lugar, la espesa niebla le envolvía y los ruidos extraños hacían de aquel lugar lo más horrible y tenebroso que había visto en su vida, y mira que, él había visto mucho mundo. Se centró en encontrar el calamar, perdiéndose en el ancho mar sin ser consciente de los peligros que allí le aguardaban. Unas suaves risas cantarinas resonaban en sus oídos tintineando de manera un tanto penetrante.
Su débil bote se balanceaba y podía jurar que bajo el agua se veían sombras, y que no eran humanas. Cerró los ojos con fuerza intentando ser impasible, como siempre y no dejarse llevar por el miedo, imposible.
Brillantes, brillantes como la imponente luz de la luna, brillantes como el sol de plena mañana, incluso se atrevía a decir que eran ardientes, unos ojos, que podía iluminar el mar. Darren, cuando abrió los suyos acabó perdiéndose con los del mar, inundado de belleza y prendado de ellos. Con la mano, acarició la superficie del agua intentando alcanzarlos, pero eso había, solo agua.
Y fue entonces, cuando los sonidos de aquel tenebroso mar se posaron en sus oídos, cuando un bello canto se enfundó en harmonía y le atacó por completo, eran los ojos, ojos verdes como la esmeralda, que cantaba, le cantaban a él.
El hombre, ya no pirata, si no hombre, ensimismado con aquel bonito canto y aquellos preciosos ojos se dejó llevar, acariciando de nuevo la superficie del mar, cayendo del bote, y encontrándose, con su preciado calamar.
Y es que, las leyendas de sirenas, nunca dijeron que ellas, fuesen buenas.
Rock&Rose- Mensajes : 8
Puntos : 18
Reputación : 0
Fecha de inscripción : 03/04/2010
Re: Bienvenido a la mar
“¡Los coñones!”
Bonica, que vocabulario!
jejjejeje
que error más tonto...
ya sabes lo que pienso de ti, Myrthel
Bonica, que vocabulario!
jejjejeje
que error más tonto...
ya sabes lo que pienso de ti, Myrthel
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