Retazos I: JayJay Madden

Ellos lo llamaron esquizofrenia, yo lo llamé locura.

Ellos lo llamaron bipolaridad, yo lo llamé carácter destructivo.

Ellos lo llamaron autismo, yo lo llamé aislamiento.

Ellos lo llamaron síndrome de Asperger, yo lo llamé insensibilidad.

Ellos me llamaron JayJay, yo decidí llamarme Monstruo.

No es cómodo, tampoco desagradable... Ni siquiera sé muy bien qué es lo que siento en mi interior entre tanto bullicio. Quizá es que sea como el color negro, que retiene todos los colores, pero no manifiesta ninguno. Sí, puede que el negro sea mi color. Después de todo, es lo único que veo cuando miro bajo mi piel.

Desde pequeño tengo la vana esperanza de que solo soy una desagradable pesadilla creada en la mente de otro ser, un ente retorcido que sueña con destrozar una vida. Mi vida. Pero como ya he dicho antes, solo es una vana esperanza, un simple consuelo. De hecho, aunque fuese verdad, no creo que esta persona nunca se atreva a despertar.

También pienso que, si yo soy yo, debe de ser por algo, por alguna macabra razón. Dudo mucho que alguien pueda soportar estar más de un minuto seguido dentro de mi perturbada mente. Se volvería loco, aunque yo ya lo estaba. Las pastillas y todas esas terapias inútiles no servían para nada. Nada. Nada. Nada... Eso es lo que había dentro de mi corazón. Nada. Estaba hueco, vacío, sin fondo... Sin nada con lo que rellenarlo. A menudo creo que mi alma es un lienzo en blanco cuyo autor está falto de inspiración. No se puede dibujar en él, y si lo hiciese, nadie se detendría para observarlo. Soy un esbozo fallido de ser humano que está esperando a ser deshechado.

Un Monstruo atrapado en el cuerpo de un joven de diecisiete años. Estatura baja. Pelo negro alborotado. Ojos azules. Más que azules, grises. Grises como el hielo. Helados. Sin brillo. Sin vida. Mis labios están resecos, nunca han esbozado una sonrisa sincera. Parecía un chico normal. Soy el vivo ejemplo de que las apariencias engañan...

¿Por qué yo, si puede saberse? Pero segundos después, recapacito... ¿Y por qué no yo? Después de todo, yo soy aquel odioso chico al que todos aborrecen.

Yo soy el que empujé de pequeño a un niño de un tobogán, rompiéndole una pierna.

Yo soy el que le clavé una tijera en un brazo a un chico de quinto de primaria por meterse con mi hermana.

Yo soy el que escribió con la sangre de mi perro en las paredes de mi cuarto "Kill all your friends".

Yo soy el que dejó el cuerpo inerte de mi hermana diabética tirado en el suelo del pasillo de mi casa cuando le dio un bajón de azúcar, forzando sin querer su muerte...

Y yo soy el que lleva unos minutos con la cabeza sumergida en la bañera de mi cuarto de baño, en realidad del cuarto de baño de mi tía, esperando a ver si por obra del destino acabo con mi vida de una vez por todas. El silencio del agua me abruma y me inunda en todo su ser, como si de un abrazo se tratase. Amo el silencio, te permite escuchar cosas verdaderamente importantes y ahogar los lamentos de las personas por mi existencia. El silencio también asusta, porque después de todo, puede gritar la verdad...

Soy un Monstruo.

Emerjo del agua, cogiendo una larga bocanada de aire, y mi garganta me duele al recibir de un tirón una corriente de aire frío. Me froto los ojos enrojecidos y miró las baldosas blancas del servicio con las mandíbulas apretadas. Apoyo la nuca en el frío mármol de la bañera. De nuevo, mi cobardía no me ha permitido acabar con mi vida. Cierro los ojos. Soy un cobarde, eso es lo que soy. Un cobarde...

Lo sé.

Soy un puto Monstruo.